No es posible cerrar el corazón del todo
como se cierra una puerta.
Ni matarse lentamente
como un ave asfixiado
entre papeles blancos
ni como una flor triturada
por el aire de una locomotora
ni seguir viviendo
como una mirada de odio
detrás de un suspiro
Pero hay días que el sol asoma
como lengua de oro
para fortificar los gritos
y las lamentaciones;
y hay días que mis manos
y mis piernas
cansadas como caminos
me vuelven enemigo de mi mismo
y voy a revolcar mi angustia
entre expedientes de kardex
verdes e insensibles
entre sonidos de campanillas
y máquinas
y susurros de empleados encorvados
y oficios que caen sobre mi cuerpo
como largas tormentas de números
y de letras asesinando mis manos,
estas manos mías
encadenadas y muertas
sobre un escritorio.
Mi angustia es grave
los cajones me tragan como bocas hambrientas,
las máquinas suman las miradas de miedo
y restan mis suspiros.
-vía culturaboliviana -
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