lunes, octubre 03, 2005

LIBROS DE AUTOAYUDA

Julio Ricardo Zuna Cossío

La autoayuda apareció en el escenario literario como un balde de agua fría para los lectores con criterio, porque el lenguaje que usan estos libros (si se los puede calificar así) no tiene complejidad alguna que intrigue al lector y no permite sumergirse en la lectura sin remordimientos, pero para las editoriales estos best séller son un respiro de alivio no por el seudomensaje positivo que tienen, sino por las cuantiosas ganancias que generan.

No me considero un crítico literario, pero cualquier persona con un mínimo de razón entendería la diferencia que existe entre escritores de autoayuda como Paulo Coelho, Miguel Ángel Cornejo o Carlos Cuauhtémoc, con los verdaderos escritores como Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges o Julio Cortázar.

Los escritores de autoayuda transformaron de forma despiadada el libro en un producto debido a la avaricia que los corrompió. Prostituyeron las letras para vender más ejemplares, se olvidaron que escribir es un acto sagrado y que los lectores no son consumidores, sino seres humanos pensantes. Estos ‘dizque escritores’, aplaudidos por un público sin criterio, venden su trilogía amor-felicidad-prosperidad. Y además todo esto se puede conseguir cómodamente con el toque de la varita mágica, que sacrifica la congruencia global en el contenido del texto.

Alguien dijo alguna vez: “Dejar a los escritores de autoayuda con un lápiz y un papel es como dejar a un psicópata con un arma cargada sobre la mesa: el resultado en ambos casos siempre será fatal.”

Leer transforma a los hombres en seres humanos, no en bestias consumidoras. Estos depredadores de lectores del siglo XXI usan un lenguaje tan simplista, que hasta el mismo Cervantes se debe estar revolcando en su tumba. Además de este lenguaje, que es una ofensa para cualquier mente, nos vienen a dar recetas de cómo hacer las cosas en nuestra vida, destruyendo el argumento del libro con cada frase, haciéndoles creer a sus lectores que son verdaderos filósofos de la vida. Si fueran libros profundos, complejos literariamente, con ideas serias y bien elaboradas, el público no los compraría porque las masas tienen otro tipo de gustos.

En los colegios, las lecturas han dado un giro escalofriante ya que sólo se lee este producto literario que no enriquece el léxico del estudiante. Suplico a los profesores que hagan leer a sus estudiantes buena literatura, empezando por la cruceña, que no tiene nada que envidiarle a la extranjera.

“Piensen dos veces antes de leer autoayuda”, ésa debería ser la advertencia incluida en esos libros. El ‘mal de la autoayuda’ es fácil de superar si seleccionamos mejor nuestras lecturas y, sobre todo, si sacamos a pasear nuestra inteligencia, aunque sea sólo los domingos.

Lunes 3 de Octubre del 2005, Diario Mayor El Deber