domingo, marzo 30, 2008

Mito

El dolor me agobia en cada paso y con cada inhalación de aire, yo la perseguía desde la avenida sin disimulo y a pesar de eso ella no se daba cuenta.

Ella vestía un collar de bisutería que recién compro esa mañana en una barata de ocasión, este collar era brillante y largo, “como se usa ahora” decía mi abuela que era una anticuada confesa, adicionalmente tenia un broche que combinaba a la perfección con toda su ropa de color crema.

Solo la penumbra la guiaba a su casa que estaba exactamente a una cuadra de esa tormentosa avenida que desembocaba en la penitenciaria del pueblo donde purgan penas los narcotraficantes y mercenarios mas desalmados de Sudamérica.

Ella parecía desconocer por completo el propio camino hacia su casa pero lo que si sabia yo era que ese camino tranquilo termina convirtiéndose a esa hora en un sendero oscuro y potencialmente seductor para los dueños de la noche y del odio.

Cuando pasaba por la casa de sus vecinos mas odiados según la escala que tenia y utilizaba como parámetro para medir su inconformidad por la vecindad que era extravagante.

En una de esas casas vivía el hijo de un ex dictador, el cual heredo todas las facciones físicas y también el síndrome de autoridad robada, ya que pensaba que su palabra era la ley. Nunca pudieron apresar a su padre por los crímenes atroces que cometió gracias a favores de logias ocultas, pero lo que no pudo hacer la ley con su padre el tiempo lo hizo.

Al llegar a la puerta de su casa ella vuelca la mirada instintivamente para asegurarse de que esta a salvo pero se encuentra con esta sombra siniestra que la seguía sigilosamente, por un instante queda pasmada y atónita, y no puede pronunciar palabra alguna para pedir auxilio, este estallido de emociones la ahoga y le provoca un desvanecimiento total.

Ya en la mañana en la habitación blanca del hospital ingresan tres personas con mandiles los cuales discuten el caso en cuestión, ella lo único que recuerda cuando despertó en el hospital fue que se derrumbaba contra en suelo.

Al ver el estado de desconcierto de la paciente los médicos se retiran no antes sin decirle que un familiar esta afuera de la habitación y que pronto estará con ella.

Minutos después de este aterrorizante despertar, ingresa a la habitación la madre de ella con una expresión de vació y pena, se acerca a la cama y toma la mano de su hija luego se acerca hacia su oreja como hacen los niños para comunicarse confidencias, la madre muy suavemente le susurra a su hija: “te han diagnosticado paranoia y tendrás que utilizar esa camisa de fuerza por un tiempo hasta que te sientas mejor”.

La sombra aun sigue persiguiéndola a todos lados, y el collar de bisutería esta guardado al igual que su libertad.



Este texto fue encontrado en mi ordenador en una carpeta que no sabia que existía y al parecer lo escribí un día que estaba demasiado ebrio.

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