Alcides Parejas Moreno (Articulo en donde es mencionado mi abuelo + Ricardo Zuna)
Cuando el 28 de junio pasado me encontraba en medio de la gran algarabía que hacían las más de cuatrocientas mil personas a los pies del Cristo Redentor me pregunté qué era lo que en realidad nos había llevado a esa concentración masiva jamás vista en la historia del país. ¿Era sólo para gritar a Bolivia y al mundo que queremos autonomías departamentales? Después de observar los rostros de los cientos de personas que estaban a mi alrededor comprendí que ese grito del SÍ estaba motivado por un legítimo deseo de cambio, porque no queremos seguir siendo un país fracasado, porque no queremos que esta patria se muera, pero sobre todo porque amamos profundamente esta ciudad que en 1561 dio inicio a la historia de la cruceñidad como capital de la gobernación que abarcaba las tierras bajas del oriente boliviano.
Heredé este amor de mis padres que me enseñaron aquello de que amor con amor se paga. Pero sobre todo me enseñaron que este amor –que nunca será desmedido porque el amor no tiene límites- no me provincializa, no me empequeñece, antes al contrario me da la capacidad de amar mejor la Patria y me universaliza. Y este amor –de la mano y bajo el cuidado de mis padresse fue fortaleciendo gracias a las enseñanzas recibidas a lo largo de mi vida. El proceso empezó en el jardín de infantes que dirigía la señorita Luisa Saucedo Sevilla y donde tuve como primera profesora a la señora Teotiste Parada; ellas me enseñaron a amar a mi ciudad cantando y bailando, pero al mismo tiempo que me presentaron el taquirari, el carnaval y la chobena, me mostraron el pasodoble, la rumba y la samba. Y en la escuela primara -“El Seminario”, como se conocía la escuela Obispo Santistevan- el director
Ricardo Zuna, un excelente profesor colla, y mis maestros, fortalecieron este amor impregnándolo de nacionalidad. Y más tarde tuve la inmensa fortuna de completar mi formación bajo la tutela de los hermanos de La Salle -recuerdo de manera especial al hermano Hipólito- que nuevamente me dieron el marco universal a partir de lo particular.
Amo esta ciudad porque me tocó en suerte vivir uno de los períodos más intensos de su historia: la década de los ‘50. Aunque tenía pocos años, viví intensamente la angustia de las luchas cívicas a través de mi familia. Asistí a alguno de los actos convocados por el comité cívico y me estremecí con la palabra de la Dra. Elffy Albrecht y del Dr. Melchor Pinto y lloré con mi padre el día que los ucureños violaron mi ciudad.
Amo esta ciudad porque a pesar de haber vivido casi veinte años lejos de ella, siempre la sentí cerca gracias a las cartas semanales que mis padres me mandaban llenas de noticias que me daban mucha nostalgia, pues sentía que me estaba perdiendo ver los cambios que se estaban operando en los años ‘60 y ‘70.
Amo esta ciudad y toda la región porque he tenido el privilegio de escudriñar en su historia que me la ha mostrado tal como ha sido y es, que me ha hecho palpar su fidelidad al papel que le ha deparado la Historia y porque he sentido en su justa dimensión aquello de Levillier que dice que su historia es “patética y grandiosa en su sostenido heroísmo”. Asimismo, amo esta ciudad porque me ha tocado en suerte servirla a través de la actividad cívica y como promotor cultural.
Y porque amo a Santa Cruz de la Sierra es que amo a Bolivia. Y porque amo a Santa Cruz de la Sierra es que me he convertido en autonomista. Y porque amo a Santa Cruz de la Sierra es que me duele el daño que se le pueda hacer. Y porque amo a Santa Cruz de la Sierra es que voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para que se respete el SÍ que salió de las urnas el pasado 2 de julio. ¡Santa Cruz de la Sierra, porque me amas te amo!